viernes, 2 de diciembre de 2011

Fuego

























De repente en la central: Uaaaaaauaaaaaauaaaaaauaaaaaaa
Empezaron a sonar las alarmas como locas.

- Rápido, todos a sus camiones.
Pablo se subió de un salto en Nino.

Niiiiiinoniiiiiiinoniiiiiinoniiiiiinoniiiiiiiinoniiiiiiinoniiiiiiiiiiiinoniiiiiiiiinoniiiiiiiiiiinoniiiiiiino

Pronto llegaron a una calle donde había mucha gente.
- ¿Qué pasa? -preguntó Pablo.
Una señora muy asustada le explicó lo que pasaba.
- Hay un perro muy enfadado que gruñe a todo el mundo.
Pablo sacó de su camión Nino un palo con un collar de perro en un extremo.
- ¡Yo lo atraparé! -anunció.
- Gracias Pablo, gracias -le decía la gente.

Al final de la calle estaba el perro. Era muy grande.
- Grrrr, gruauuuu, gruaaaaaaurl
Pablo tenía mucho miedo, pero su trabajo era atraparlo.
Se armó de valor y se acercó despacio al perro.
- No te enfades, perrito. Soy un bombero y quiero ayudarte.
- Ainnn, ainnn, ainnnn -gimió el perrazo.
- ¿Qué te pasa perrito? -le preguntó Pablo.
- Guau gua, mi patita, gua, guau
- ¿Te duele la patita?
- Guau guau sí guau guau
- Entonces hay que llamar a la clínica veterinaria para que nos manden una ambulancia

Titutitutitutu

- Hola, ¿llamo a la clínica veterinaria?
- Sí.
- Mandadme una ambulancia rápido. Tengo aquí un perrito herido.
- Ahora mismo va para allá.

Niiiiiinoniiiiiiinoniiiiiinoniiiiiinoniiiiiiiinoniiiiiiinoniiiiiiiiiiiinoniiiiiiiiinoniiiiiiiiiiinoniiiiiiino

Los veterinarios llevaron al perrazo al hospital y Pablo les siguió montado en Nino. Allí, el veterinario curó al perro con mucho mimo y cuidado.

Cuando... De repente...

- ¡Fuego! ¡Fuego! La clínica está ardiendo. Hay que sacar a todos los animales. Llamad a los bomberos.
- Yo soy bombero -exclamó Pablo-. Y tengo aquí mi camión de bomberos.
Corrió hacia Nino y sacó la manguera.

Plosh, plosh, plosh, plosh.

No era suficiente. Menos mal que oía llegar a sus compañeros.

Niiiiiinoniiiiiiinoniiiiiinoniiiiiinoniiiiiiiinoniiiiiiinoniiiiiiiiiiiinoniiiiiiiiinoniiiiiiiiiiinoniiiiiiino

- ¡Socorro! ¡Socorro! -uno de los veterinarios gritaba asustado.
- ¿Qué pasa? -preguntó Pablo.
- Se me ha escapado un pajarito, se va a quemar. Se ha ido volando por ahí -señaló el veterinario.

- Pío, pio. pio

- Ya lo veo. Nino, extiende la escalera. Hay que cogerlo.

Chucuchucuchucuchucuchucuchucuchucuchucuchucu


- No llego, es imposible -se lamentó el bombero.
De repente, oyó algo a sus espaldas.

Tocotó tocotó tococtó tocotó tococtó tocotó tococtó tocotó tococtó tocotó tococtó

Era el perrazo que subía corriendo las escaleras de Nino. Cuando llegó donde estaba Pablo dio un gran salto y cogió al pajarito con la boca.

-Pío, pio, ¡piooooooooo!

Al perro le dolía la patita, pero hizo un gran esfuerzo. Le dio al bombero el pajarito abriendo la boca despacito.

- Muy bien perrito. Eres un auténtico bombero. Has salvado al pajarito. Deberías quedarte conmigo en la central.
- Guau, guau, sí, guau, guau -ladró emocionado.
- Genial. Te voy a llamar Fuego. Serás nuestro perrito bombero. ¿Quieres que te dé una vuelta con Nino por toda la ciudad?
- Guau, guau, guau, sí, guau guau -Fuego daba grandes saltos de alegría. Y Pablo le llevó a dar una vuelta a la ciudad con Nino.

Niiiiiinoniiiiiiinoniiiiiinoniiiiiinoniiiiiiiinoniiiiiiinoniiiiiiiiiiiinoniiiiiiiiinoniiiiiiiiiiinoniiiiiiino

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